jueves, 9 de noviembre de 2017

ADMINISTRADORES DE LA HEREDAD COMÚN


      He partido del principio de que el ser espiritual tiene su origen en el centro vibratorio desde el cual toda vida procede.
       La energía que irradia aquél centro vibratorio es la placenta que alimenta a la conciencia universal. 
      El centro vibratorio es la causa y la conciencia universal es la manifestación en la que se acrisola el flujo y reflujo permanente de todos nuestros pensamientos, emociones, sentimientos y acciones.  
      Al compartir fraternalmente nuestras vivencias y experiencias “todos aprendemos de todos” dialogando con el lenguaje universal del sentimiento.
      En los archivos de la conciencia cósmica queda indeleblemente grabado nuestro tránsito por todos y cada uno de los mundos en los que hemos practicado la vida eterna y continuada.  Ninguna información vinculada con los seres vivientes del universo queda oculta en el anonimato, por ser ésta información la fuente de consulta donde la inteligencia del ser evoluciona hacia la sabiduría.
      Para disfrutar de los frutos del campo solidario de esta sociedad del conocimiento, no se requiere de títulos académicos, registros de propiedad intelectual, ni algunos de los requisitos exigidos en este mundo de las formas. Lo que sí es dable cumplir son estas dos condiciones: Una necesaria: conocerse a sí mismo y otra suficiente: amar a todos los miembros de aquella sociedad.
      Conocerse a sí mismo significa que cada espíritu viva en completa comunidad con su alma y su cuerpo. Esto requiere que el cuerpo actúe integrado con la sensibilidad del alma. El alma se sienta entregada al magnetismo del espíritu y éste, a su vez, esté conectado con la energía cósmica del universo. 
      Alcanzada la condición de hacer del conocimiento de si mismo una realidad virtual, devenida en “práctica cotidiana”, se podrá integrar dentro de la sociedad humana una “masa crítica” de espíritus que, con su “ejemplo”, constituyan una fuerza energética que induzca a todos sus miembros a compartir esa heredad común en amor y con solidaridad.
      Es oportuno tener presente la reflexión que nos dice que somos “únicamente administradores y usufructuarios de lo que la creación nos ha confiado como poderoso instrumento para el progreso y el bien de todos”.
     Por lo que la heredad común que recibimos desprovista de un espíritu de lucro, no debería tentarnos a obtener un valor pecuniario de su utilización.
     Además de la responsabilidad enunciada, tenemos la misión fraternal y eterna de crear las condiciones para que todos los seres del universo puedan ejercer el derecho a acceder a esa herencia.
     El amor y el ejemplo que recogemos de nuestros maestros, profetas y condiscípulos (que siempre están “vivos” en la archivo universal) nutren nuestro aprendizaje proporcionándole un significado más espiritual a nuestro cotidiano vivir.
      La evolución implícita que conlleva el magnetismo espiritual que impregna el universo, nos permite acceder a vibraciones energéticas más elevadas que producen la expansión de nuestra conciencia.

    Este es el objetivo esencial de nuestra vida eterna y continuada: “¡Tomar conciencia de que solo la FE (fuerza espiritual) puesta en nuestras obras, es la que nos impulsará a trascender a estados evolutivos más elevados!”.
      Cuanto mayor sea el grado de AMOR con que impregnemos nuestra vida, más sensible será nuestra conciencia y podremos revivir, como otrora, cómo nos sentíamos cuando nuestra existencia la compartíamos en UNIDAD en la “morada originaria de la creación”.
      Regresar al hogar originario no implica desplazarse a ningún lugar en especial. Es utilizar la expansión de nuestro grado de conciencia para reconectarnos con la gloria de disfrutar lo que nos brinda el universo desde siempre. Eso podremos lograrlo por haber experimentado la más sorprendente y enriquecedora vivencia de saber lo qué significa la vida eterna y continuada.
      Reconoceremos el mismo hogar en el que fuimos eternamente cobijados, solo que recién ahora nuestra conciencia dimensionará la grandeza de lo que significó conocer, aprender, practicar y amar la magnificencia de la Creación desde otra percepción más espiritualizada.
                                       SEREMOS “UNO” Y “TODOS” A LA VEZ.
 ¨    Comprenderemos que la vida siempre será la misma;
¨    que en el universo solo existe el amor y la ignorancia;
¨    que la muerte es una creación humana, por lo que nunca dejaremos de disfrutar de la vida;
¨    que antes, ahora y siempre estaremos unívocamente unidos a la vida “EN” y “CON” nuestro ser creador.