lunes, 29 de enero de 2018

SIEMPRE VIVIREMOS




    El itinerario que seguimos todos los seres espirituales en el múltiple tránsito por el universo, nos permite recordar que aquellos momentos en que devolvíamos nuestros cuerpos a la naturaleza no significaron lo que nosotros considerábamos la muerte.
      
     Hoy podemos asegurar que la muerte no existe en el universo, porque nada está muerto en él.

     Así como una persona considerada adulto mayor no es la misma que la que nació del vientre de su madre, del mismo modo, todas las formas físicas cumplen un proceso evolutivo después del cual cambian la forma de manifestarse como consecuencia de la eterna y continuada transformación en la que todos estamos involucrados. “Lo único permanente en el universo es el cambio”

     Nuestro gran aprendizaje es el de reconocer, rememorar, y tomar conciencia de que siempre estamos vivos, cualquiera sea la forma y función que cumplamos en un mundo.

     Siempre estaremos vivos en materia porque como espíritus nunca nos desprendemos de ella; la utilizamos como materia prima, en todas nuestras obras creadoras desde el primer momento en nos vestimos de nuestra alma.  

     Nunca nos desprendemos de la materia ya que el alma, esencia de nuestros cuerpos, viaja eternamente con nosotros y con ella nos llevamos lo sustancial de esos cuerpos. “El cuerpo es la subconciencia del alma”.

     Nos desprendemos de los cuerpos que hemos utilizado para realizar nuestro aprendizaje y luego lo entregamos al natural fluir del éter para que sigan su propio proceso evolutivo. 

     Todo lo que dejamos de utilizar en un determinado momento se integra a la heredad común del espacio; esas energías serán utilizadas por otras entidades de acuerdo a su grado de progreso y función, así como nosotros utilizamos las sustancias que otros seres han aportado a ese espacio universal, luego de haberlas enriquecido con su trabajo.

     Nuestra respiración, en cada exhalación, se desprende cotidianamente de átomos que son inhalados por otros seres que, a su vez, exhalan los átomos que ya no utilizaran de momento. 

     De allí que en nuestros cuerpos y almas conviven partículas de lo que fueron los cuerpos que pertenecieron a Jesús, Sócrates, Herodes, Alejandro Borgia, Joaquín Trincado y demás seres con los que compartimos ese ámbito unificado en el que todo se transforma formando una entramado de afinidades.

     ¿Dónde podemos darle cabida al concepto de muerte?

   Al contrario, generamos nuevas formas de vida al unir nuestras almas cuando  engendramos nuevos cuerpos; cuando respiramos e intercambiamos partículas con quienes convivimos; cuando nuestros pensamientos llegan a nuestros semejantes por amor o desamor; cuando nuestros sentimientos expresan lo que siente el corazón y lo compartimos con otros seres que, a su vez, nos manifiestan lo que ellos sienten por nosotros; cuando nuestro obrar permanente irradia el magnetismo espiritual como demostración de identidad y nos caracteriza como responsables de la energía que trasmitimos.

     La vida está presente en todo, todo nos conduce a la fraternidad y podemos decir que Todos los caminos conducen al AMOR. 

     Porque todo es amor y fraternidad, el espíritu estudia y practica “en todo, por todo y con todo”, en la escuela del universo.  

     Siempre estaremos “vivos” y siempre seremos los únicos responsables de lo que pensamos, sentimos y hacemos, cualquiera sea el estado en el que nos encontremos: atentos o distraídos, en materia o en estado libre, con luz propia o en oscuridad.

     Siempre nos encontraremos inmersos en el eterno movimiento universal que es el fluir de la vida.

      Nos haremos concientes de nosotros mismos cuando percibamos todas las entidades corporizadas que creamos con nuestras palabras, miradas, gestos, actitudes corporales, respiración y con nuestras obras tangibles y mentales. 

     Esas vivencias, una vez analizadas, pasarán a constituirse en experiencias de vida que eternamente se enriquecerán con nuevos aprendizajes porque la creación sigue y nunca se acaba.

     ¿Dónde detectamos manifestaciones de muerte?

    El gran aprendizaje, reitero, es trasmitir este grado de conciencia a nuestra alma y a nuestro cuerpo para que la “iluminación” espiritual nos permita vivir en trinidad en la cotidianeidad de cada existencia.

     “Nada se pierde, todo se transforma”. No se pierde nada, ni la más tenue vibración magnética que hayamos irradiado, pues todo queda gravado en los “archivos” de la creación.




¿Qué valor tiene escribir?




El valor de la palabra oral o escrita trasmite un contenido que manifiesta el sentir del alma del escritor. Ese contenido imprime en el alma del receptor una carga energética que suele servirle de disparador para generar sus propios aprendizajes y mensajes.

   La fuerza del verbo creador se pone de manifiesto en la palabra expresada con amor, convicción, respeto y empatía por los otros. Pero también esa fuerza se pone de manifiesto en la palabra que nace del miedo y por lo tanto del desamor a sí mismo y a los demás.

   De allí que el valor de escribir radica en la actitud honesta de compartir nuestra alma, con sus luces y sombras, con sus encuentros y desencuentros.

    La posibilidad de lograr que el lector pueda enriquecer la sensibilidad de su alma con el mensaje recibido, en mucho dependerá de la espontaneidad y autenticidad con la que se expresa el escritor.

   La fortaleza de ánimo puesto de manifiesto en la sinceridad con que se escribe fluirá de la pluma del escritor, en tanto éste se conozca a sí mismo y escriba con amor y entrega espiritual de lo que siente.

   El valor de escribir tiene su génesis en el amor o el miedo con que se escriba.

   Amigo escritor, abre tu alma, vuelca su contenido en el papel. Nada puede pasarte por lo que descubras en tu interior y luego lo vuelques a tu escritura. Por último, luego de que lo escribas para ti podrás elegir con quiénes decides compartirlo.

   Cuántas experiencias de vida quedan en el tintero del corazón de cada uno de nosotros. Cuántas palabras reprimidas que hubiesen podido servir de alivio, contención y estímulo quedaron dibujadas en el campo de las ideas.

    El miedo de mostrar una debilidad, de poner en juego una opinión, el riesgo de someterse al juicio de terceros, hace las veces de acaparador de la riqueza que vive en el alma humana que sólo se agranda cuando se comparte.

     Traer la misión de difundir y compartir la riqueza que por siglos atesora nuestra alma es una misión de amor y compromiso hacia el universo que nos brinda la oportunidad de cumplir con nuestra propuesta de trabajo solidario. 

     Es el alma-archivo la que conserva nuestra historia vivida en los mundos por los que hemos transitado.  Y esto es así porque el espíritu no tiene memoria; y no tiene memoria porque no tiene tiempo. Vive en el eterno presente.

    El espíritu vive el eterno presente y su alma constituye “el libro de su vida”, “el álbum”, “la fuente de consulta” de toda la trayectoria que tuvo su comportamiento durante su tránsito por el universo. 

   Del mismo modo, el mundo, el universo y todos los seres son “escritores virtuales” que vuelcan sus mensajes en su propia existencia.   

   Cuando comprendamos que el ser creador se hace presente, se comunica en cada una de las manifestaciones que nos regala el universo, podremos disfrutar de todos los momentos de nuestra vida porque todo lo que nos enseña la Creación universal es la demostración del amor y sabiduría de quienes participan en ella.