El valor de la palabra oral o escrita trasmite un
contenido que manifiesta el sentir del alma del escritor. Ese contenido imprime
en el alma del receptor una carga energética que suele servirle de disparador
para generar sus propios aprendizajes y
mensajes.
La fuerza del verbo creador se pone de manifiesto en
la palabra expresada con amor, convicción, respeto y empatía por los otros.
Pero también esa fuerza se pone de manifiesto en la palabra que nace del miedo y por lo tanto del desamor a sí mismo y a los demás.
De allí que el
valor de escribir radica en la actitud honesta de compartir nuestra alma, con
sus luces y sombras, con sus encuentros y desencuentros.
La
posibilidad de lograr que el lector pueda enriquecer la sensibilidad de su alma
con el mensaje recibido, en mucho dependerá de la espontaneidad y autenticidad
con la que se expresa el escritor.
La fortaleza
de ánimo puesto de manifiesto en la sinceridad con que se escribe fluirá de la
pluma del escritor, en tanto éste se conozca a sí mismo y escriba con amor y
entrega espiritual de lo que siente.
El valor de
escribir tiene su génesis en el amor
o el miedo con que se escriba.
Amigo
escritor, abre tu alma, vuelca su contenido en el papel. Nada puede pasarte por
lo que descubras en tu interior y luego lo vuelques a tu escritura. Por último,
luego de que lo escribas para ti podrás elegir con quiénes decides compartirlo.
Cuántas
experiencias de vida quedan en el tintero
del corazón de cada uno de nosotros. Cuántas palabras reprimidas que hubiesen podido servir de alivio, contención y
estímulo quedaron dibujadas en el campo
de las ideas.
El miedo de mostrar una debilidad, de
poner en juego una opinión, el riesgo de someterse al juicio de terceros, hace las
veces de acaparador de la riqueza que vive en el alma humana que sólo se
agranda cuando se comparte.
Traer la
misión de difundir y compartir la riqueza que por siglos atesora nuestra alma
es una misión de amor y compromiso hacia el universo que nos brinda la
oportunidad de cumplir con nuestra propuesta de trabajo solidario.
Es el
alma-archivo la que conserva nuestra historia vivida en los mundos por los que
hemos transitado. Y esto es así porque
el espíritu no tiene memoria; y no tiene memoria porque no tiene tiempo. Vive
en el eterno presente.
El espíritu
vive el eterno presente y su alma constituye “el libro de su vida”, “el álbum”,
“la fuente de consulta” de toda la trayectoria que tuvo su comportamiento
durante su tránsito por el universo.
Del mismo
modo, el mundo, el universo y todos los seres son “escritores virtuales” que
vuelcan sus mensajes en su propia existencia.
Cuando
comprendamos que el ser creador se
hace presente, se comunica en cada
una de las manifestaciones que nos
regala el universo, podremos
disfrutar de todos los momentos de nuestra vida porque todo lo que nos enseña la Creación universal es la demostración del amor y sabiduría de
quienes participan en ella.
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