A
los 72 años de mi presente existencia la sabiduría con que actúa el
sincrodestino me ubicó en la circunstancia de hacer frente a un malestar en mi entidad humana que habitualmente
se denomina cáncer.
Por lógica deductiva arribé a la
conclusión de que yo había concebido crear esta prueba para que mi alma y mi
cuerpo se depuraran y, a su vez, me indujera a despertar de la zona de
confort en la que me había instalado luego de haberme jubilado de mis
actividades laborales.
El sincrodestino
es la conjunción armónica de todas las funciones que se les asigna a los
espíritus humanos, naturales y elementales para que realicen su práctica en el
taller del universo.
Como lo sugiere el concepto, el sincrodestino crea las condiciones para
que coincidan en el tiempo dos o más
movimientos o fenómenos en nuestra cotidianidad. El destino o finalidad que
tienen esos acontecimientos es el de influir en nuestras conciencias para convocarnos
a prestarles atención.
Todo lo que acontece en nuestra vida, nos
agrade o no, está relacionado con las intenciones
con que hemos impregnado cada una de las misiones que nos propusimos realizar
en cada existencia.
Esas intenciones atraen con su magnetismo
a las coincidencias con que el universo
responde a nuestro accionar. De allí que es nuestra intencionalidad la que le
proporciona significado a esas
coincidencias. Sin la manifestación
de nuestra intención hasta el universo carece de significado.
En varios momentos de mi vida había
pensado: “Ahora que no voy a tener tareas laborales que realizar, ni nuevos
bienes que adquirir ¿no será el tiempo en que me dedique más concientemente a
conocer mi ser?”
Dicho de otro modo: si me imagino que he desencarnado y ya no tengo nada inminente que hacer ni tener, este tiene que ser el momento de
profundizar el conocimiento del ser que soy.
Agradezco al creador; al magnetismo espiritual que se genera
como resultado del movimiento de todo el universo, que esta prueba que hasta
hoy he podido enfrentar satisfactoriamente, la haya programado en esta tercera juventud en la que vivo
disfrutando de mi estado de jubileo.
Comenté en “Administradores de la heredadcomún” lo significativo que ha sido para mí poder acceder al aprendizaje que
realicé al abrevar parte del inmenso
saber de los seres que aportan sus conocimientos en el campo
unificado de la conciencia universal.
En
ese artículo destaqué lo que expresa Joaquín Trincado Mateo en su libro “Conócete a ti mismo”:
”…porque el hombre vive siempre (antes de ser sabio) la
vida de alguna especie animal de las que en sí lleva y aún no ha dominado (…)
El hombre tiene que dominar todas las especies para poder vivir luego sus tres
entidades en la vida del espíritu, que es cuando descubre su trinidad; y con
cada individualidad, vive en la ley de amor o de sabiduría” (pág. 51, 3er.
Párrafo, febrero de 1931).
La
citada reflexión da génesis en mi conciencia de este aserto: toda mi vida como
espíritu he actuado en el grado correspondiente
a un ser Dúo (cuerpo y alma), dominado por los instintos
que todavía conducen mi conducta
según sea el instinto de la especie
animal que en cada existencia ha predominado.
Por lo tanto, he actuado de acuerdo al ego que es el cuerpo magnético que he
creado para poder conectarme con la densa frecuencia de los mundos por los que transité.
Muchas veces he considerado como firmes convicciones, conductas que ahora
detecto que estaban alimentadas por:
¨
reacciones a las críticas que recibía;
¨
mis inclinaciones a manifestar
una actitud competitiva;
¨
la propensión a emitir juicios y producir desarmonía;
¨
preocuparme por no actuar con espontaneidad
para no pagar el costo social de ser
cuestionado como discordante o provocador.
Ahora comprendo y asumo que no podía
actuar de otro modo porque la pesadez
de mi ego opaca fuertemente mi luz
espiritual, ya que aún no logro
manifestar mi trinidad conciente (cuerpo, alma y espíritu).
Entonces aparece el sentido de culpa por esas actitudes que he asumido
y que ahora, parafraseando a Joaquín Trincado cuando escribió “¡OH! feliz
culpa”, las acepto como aprendizaje necesario dentro de mi proceso evolutivo.
Al repasar muchos momentos de mi vida
descubro como la luz espiritual que ha empezado a manifestarse en mí, me
permite verme con otro rostro, otras
debilidades, así como actitudes y
aptitudes enriquecedoras.
Esas
cualidades que estoy descubriendo han sido determinantes para superar este malestar que fue la prueba que me llevó
a vislumbrar que más allá de mi dualidad,
ya reconocida, está encendida la
luz que hoy me permite observar y descubrir la existencia de una nueva dimensión de vida.
Después de la vivencia…la experiencia.
La vivencia
puedo sintetizarla en pocas palabras: ¡lo
que no he sabido aprender por amor lo estoy aprendiendo por dolor! (En segunda parte)
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