domingo, 18 de febrero de 2018

GRAN PRUEBA COMO APRENDIZAJE DE VIDA (segunda parte)



En la primera parte de este artículo escribí: Después de la vivencia…la experiencia.

     La vivencia puedo sintetizarla en pocas palabras: ¡lo que no he sabido aprender por amor lo estoy aprendiendo por dolor! 

     La vivencia es la percepción que tenemos de actos y hechos que se hacen presentes en nuestra actividad cotidiana.

    Lo que determina de qué modo vamos a incorporar o “encarnar” esa vivencia dependerá en mucho de la concepción que nos guíe sobre lo que es la vida.

    Podemos decidir que la vida “pase por cada molécula de nuestro cuerpo saturándolo con su energía” o bien hemos resuelto limitarnos a “pasar por la vida pensando en el pasado o el futuro sin prestarle atención a lo que acontece en nuestro presente”.

    Una cosa es ser conciente que la vida esta pasando por todo tu ser y otra distinta es pasar por la vida sin prestarle mucha atención a los mensajes que ella nos trae a cada instante.

     Al respecto Sócrates nos recuerda que “una vida que no es analizada no merece ser vivida”.

    La experiencia es la práctica atenta, conciente y persistente que nos proporciona conocimiento o habilidad para ejecutar una obra. En referencia a lo cual acudo al saber de Confucio cuando nos dice: “Si lo escucho, lo olvido; si lo veo, lo recuerdo; si lo hago, lo aprendo.”

    Por haber estado atento y presente viviendo el malestar que manifestó mi personalidad para recordarme que no estaba escuchando a mi guía personal de señales (G.P.S.), me avoqué inmediatamente a profundizar el análisis de mi existencia y esta fue la experiencia que muestro y trasmito:

     Hice conciencia, me di cuenta, que mi hermosa experiencia de vida sencilla y modesta que tuve en mi primera infancia, me indujeron a crecer dándole prioridad a la tarea que asumí de ser un proveedor de recursos para satisfacer necesidades familiares.

     Recién ahora estoy detectando lo poco presente que fue mi entrega de otros valores que son los esenciales: el amor, la ternura, la compañía y la asistencia espiritual que necesitaba el corazón de mi familia.

     Ya mencioné en la primera parte de este tema, que al analizar el accionar de mi ego descubrí como, para lograr “hacerme un lugar” en los grupos de pertenencia o referencia, descuidé la experiencia espiritual que me comprometí a potenciar en esta existencia.

    El aporte de otro maestro, Joaquín Trincado, reflexiona y dice “¡OH feliz culpa!” (cuando hizo referencia a todo por lo que tuvo que pasar en su existencia, excepto el crimen) lo que me indujo a comprender que tenemos que desempeñar todas las funciones o roles correspondiente al grado de evolución del mundo en el que estamos.

     Es decir, que al analizar la propia vida comprendí, que esos que puedo considerar “errores”, también han contribuido a provocarme fuertes vibraciones que me conminaron a despertar de esa ignorancia y “adormecimiento” que se reflejaban en mi alma y en mi cuerpo.

     Entonces he comenzado a agendar gran parte de las cualidades que suelen manifestar los egos y me propuse anteponerle las conductas correctoras de aquellas que me  han mantenido obnubilado como espíritu:

     El ego tiene la propensión a:

¨      La lucha, comparación, competencia, sufrimiento.
¨      Emitir juicios y crear separación. Siempre busca tener la razón.
¨      Es auto-culposo, más preocupado a parecer que a ser.
¨      La adulación y la crítica lo ponen al descubierto, por la forma de reaccionar.
¨      Usa la máscara social, la que crece con la aprobación y se sostiene con poder.
¨      Es nuestra identidad como soporte del miedo, la carencia y del desamor.
¨      Tiene miedo al fracaso, miedo a morir y esa enfermedad contamina mi vida.

     Entonces el camino a seguir es el de corregir mis conductas detectadas como inadecuadas, por aquellas que ahora considero son superadoras y más acordes al cumplimiento de la misión que me propuse en la presente encarnación.

    Con este accionar iré sustituyendo las carencias y excesos cometidos con la inserción de más amor, comprensión y estima en mis actos hacia mis semejantes y hacia mí.

     Rememoro enseñanzas de los maestros que rodearon mi vida y reflexiono:

¨      Mi conducta es la manera, intencionalidad y sentimiento con los que impregné mis actos.
¨      La reiteración de esas formas de conducirme crearon hábitos que ahora tengo que desaprender y sustituirlos por aquellos que considero más sanos y constructivos.
¨      Los hábitos y conductas observadas son el resultado de la formación de mi carácter. Las deficiencias detectadas en el “gobiernos racional de las pasiones” me indican que debo fortalecer mi carácter para que el amor, rigor y justicia predominen sobre las debilidades de mi ego.
¨      Comienzo a educar a mi ego para que acompañe a mi alma con una frecuencia similar a la que vibra en mi conciencia. La integración energética que logre en mi interior me permitirá conducirme sin los miedos, prevenciones y prejuicios que es el “hábitat natural” en el que vivo cuando me domina el ego.   

   Con este panorama que encuentro escudriñando cual es la influencia del ego, mi conciencia concluyó que las conductas que debo observar están vinculadas con:

¨      Dejar de identificarme con los hábitos egoístas de mi ego y ponerle “punto final” a las discusiones y juegos de poder que resultan ser tan corrosivos para las relaciones conmigo y con mis semejantes. El poder que se pretende tener sobre los demás es una debilidad disfrazada de fuerza.
¨      Mi trabajo será observar y analizar cual es la conducta que quiere imponerme mi ego. Luego, superar esa influencia magnética sobre mi cotidiano vivir para darle cabida al sentir y obrar que me inspira el espíritu que soy con el apoyo del campo unificado de la conciencia universal.
¨      El ego fue creado para actuar como conexión y transformación de la energía del espíritu que debe adecuarse, cuando encarne, al medio ambiente del mundo que habitará. Si el ego, materia densa, no hiciera las veces de regulador de la potencia espiritual, ésta podría “quemar” la resistencia del alma y destruir el cuerpo.

¨      Por la importancia que ha tenido y tiene en mi vida eterna, continuada y evolutiva el ego, la gran tarea es incorporarlo al equipo de mi personalidad para que potencie la tarea de encaminar mis tres entidades hacia el camino de la trinidad que aun no logro desarrollar. (Tema que veremos como tercera parte: “Ego como mensajero del espíritu”).-




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