Soledad
hermana y compañera, testigo de mis cuitas y mis logros. Eres el túnel, el
camino hacia el reencuentro conmigo.
¿Por qué no
aprendo a escuchar tu invitación a visitarte?
¿Cuáles son
los miedos que me despierta el solo
pensar con qué voy a encontrarme después de fundirme contigo?
Supero esos
miedos…me predispongo a escucharte y descubro… que eres el camino límpido y luminoso que quieres mostrarme, como lo hiciste muchas veces, como
fueron cada uno de los pasos que di en mi existencia eterna y continuada.
Tus ojos me
miran profundamente, tu voz es un silencio sereno y locuaz, tu figura sutil y
cercana, me habla de amores, de esfuerzos, de caídas y levantadas. Todo puedo
encontrarlo en ti.
Siendo que tu
compañía es buena para mí, porque contrariamente a lo que siempre he pensado, tú
logras comunicarme con la trascendencia
de la vida. Ahí, estás invitándome a buscar la compañía de la unidad, lo
total e integrador de la existencia.
Tu energía es
serena, no tienes apuros ni expectativas, sabes que la vida es el presente y no
te agobia el pasado ni te sobresalta el futuro.
Me impongo la
tarea de aceptarte con cariño, porque no eres ajena a mí, tú vives en mí. En ti encontré mi confesionario, mi
reconocimiento y mi realidad interior.
Gracias por
estar presente y acompañarme por el sendero de vuelta de esta existencia y, a
la vez, prepararme para renacer en esta
misma existencia con más luz y verdad.
Así me enseñaste
a disfrutar del contenido de “AYUNAR Y
LLENARME”:
El ayuno tiene como objetivo vaciar nuestro corazón para
llenarlo de algo más valioso.
Ayuna de juzgar a otros; llénate de compasión y comprensión.
Ayuna de palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de descontento; llénate de alegría y gratitud.
Ayuna de enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de pesimismo; llénate de esperanza.
Ayuna de preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de quejarte; llénate de aprecio por las maravillas de la vida.
Ayuna de las presiones que no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de resentimiento; llénate de perdón.
Ayuna de verte sólo a ti mismo, llénate de las miradas de los demás.
Ayuna de tiempo para ti, llénate de tiempo para los demás.
Ayuna de desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de pensamientos mundanos; llénate de las verdades trascendentes.
Ayuna de horas perdidas, llénate de tiempo de crecimiento.
Ayuna de todo lo que te separe de Dios; llénate de todo lo que a Él te acerque.
Soledad,
también me enseñaste a valorar los sabios conceptos que,
como
estos de “AYUNAR Y LLENARME”,
nos
regalan aquellos autores que fueron iluminando mi ignorancia.
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