domingo, 11 de febrero de 2018

La Soledad



   


 Soledad hermana y compañera, testigo de mis cuitas y mis logros. Eres el túnel, el camino hacia el reencuentro conmigo.

   ¿Por qué no aprendo a escuchar tu invitación a visitarte? 

   ¿Cuáles son los miedos que me despierta el solo pensar con qué voy a encontrarme después de fundirme contigo?

     Supero esos miedos…me predispongo a escucharte y descubro… que eres el camino límpido y luminoso que quieres mostrarme, como lo hiciste muchas veces, como fueron cada uno de los pasos que di en mi existencia eterna y continuada.

   Tus ojos me miran profundamente, tu voz es un silencio sereno y locuaz, tu figura sutil y cercana, me habla de amores, de esfuerzos, de caídas y levantadas. Todo puedo encontrarlo en ti.

   Siendo que tu compañía es buena para mí, porque contrariamente a lo que siempre he pensado, tú logras comunicarme con la trascendencia de la vida. Ahí, estás invitándome a buscar la compañía de la unidad, lo total e integrador de la existencia.

   Tu energía es serena, no tienes apuros ni expectativas, sabes que la vida es el presente y no te agobia el pasado ni te sobresalta el futuro.

   Me impongo la tarea de aceptarte con cariño, porque no eres ajena a mí, tú vives en mí.  En ti encontré mi confesionario, mi reconocimiento  y mi realidad interior.

   Gracias por estar presente y acompañarme por el sendero de vuelta de esta existencia y, a la vez, prepararme para renacer en esta misma existencia con más luz y verdad.

Así me enseñaste a disfrutar del contenido de “AYUNAR Y LLENARME”:

El ayuno tiene como objetivo vaciar nuestro corazón para llenarlo de algo más valioso.

Ayuna de juzgar a otros; llénate de compasión y comprensión.
Ayuna de palabras hirientes; llénate de frases sanadoras.
Ayuna de descontento; llénate de alegría y gratitud.
Ayuna de enojos; llénate de paciencia.
Ayuna de pesimismo; llénate de esperanza.
Ayuna de preocupaciones; llénate de confianza en Dios.
Ayuna de quejarte; llénate de aprecio por las maravillas de la vida.
Ayuna de las presiones que no cesan; llénate de una oración que no cesa.
Ayuna de resentimiento; llénate de perdón.
Ayuna de verte sólo a ti mismo, llénate de las miradas de los demás.
Ayuna de tiempo para ti, llénate de tiempo para los demás.
Ayuna de desaliento; llénate del entusiasmo de la fe.
Ayuna de pensamientos mundanos; llénate de las verdades trascendentes.
Ayuna de horas perdidas, llénate de tiempo de crecimiento.
Ayuna de todo lo que te separe de Dios; llénate de todo lo que a Él te acerque.


Soledad, también me enseñaste a valorar los sabios conceptos que,
como estos de “AYUNAR Y LLENARME”,
nos regalan aquellos autores que fueron iluminando mi ignorancia.





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