En
la República Argentina se popularizó la descripción de lo que acontecía en el
siglo XX con la letra del tango “Cambalache”.
La letra mencionada expresa: “Siglo XX cambalache (trueque malicioso o con afán
de ganancia) problemático y febril, el que no llora no mama y el que no afana
(robo) es un gil (tonto)”... Estas expresiones pueden ser representativas del
sentir de muchos espacios geopolíticos de nuestro mundo-escuela.
Como
una sofisticación propia del siglo XXI el avance de los descubrimientos
operados en el campo cibernético, ha logrado provocar la sistemática
“instrumentalización del pensamiento” con lo cual los espíritus encarnados
aceptaron operar como esclavos de la avasallante “Tecnología de punta”.
La
civilización, para considerarse como tal, tendrá que aunar al progreso material
el progreso espiritual para evitar seguir practicando aquellos desvalores humanos que constituyen una
permanente ofrenda al tristemente famoso “becerro de oro”.
En
ese contexto social imperante, los habitantes de nuestro mundo hemos
naturalizado una forma de vivir alienada en procura de aprender y practicar las
innovaciones que impone una tecnología que persigue profundizar la esclavitud,
miserabilización de la condición humana, y la depredación del medio ambiente en
el que se desenvuelve la vida en nuestra madre-tierra.
La
vida en este siglo XXI podría parangonarse con nuestros contemporáneos “reality
show” en donde el poder dominante inventa, elabora y produce un libreto que
instala en la sociedad como una ficción fraudulenta de la realidad que responde
a los intereses espurios del poder hegemónico.
Entonces
la gran tarea a realizar cotidianamente por parte de los espíritus encarnados o
no, podría ser la de no dejarse influenciar por la realidad “virtual” (algo que
potencialmente puede llegar a ser pero que NO ES) que maliciosamente crean los
medios de difusión para seguir alimentando la “sociedad del miedo”, y con ello,
mantener “domesticada” a la población trabajadora.
Pero
la responsabilidad social no se circunscribe a la “clase” o grupo social
dominante; también son responsables los espíritus encarnados y libres que
componen la familia humana.
Como
todos los espíritus decidimos cumplir con cada rol social que son habituales en
el mundo y en el lugar que elegimos encarnar, no podemos sorprendernos de
ninguna ocupación, profesión u oficio atento a que deberemos experimentar en
cada uno de ellos.
La
comprensión y aceptación de esta visión integradora de nuestra vida nos debe
permitir asumir “el desafío de crecer y hacernos cargo” de nuestra
responsabilidad cualquiera sea la etapa evolutiva que estemos transitando.
En
esta nave espacial con la que surcamos el universo todos sus habitantes somos
tripulantes y ninguno es un pasajero, por lo que todos somos responsables de la dirección y sentido
(razón de ser, finalidad u objetivo) que le imprimamos a esta nave.
En
este momento de profunda transformación política, social, económica, humana y
ecológica que vivimos, se hace imprescindible que cada ciudadano del mundo
defina en su interior a qué tipo de proceso evolutivo va a adherirse con su
conducta, relaciones y ejemplo cotidiano de vida.-
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