El hombre elige distintos caminos para
desarrollar su espiritualidad. La evolución ancestral que cada uno ha seguido,
legitima el hecho de que existan diversos caminos y metodologías que
posibilitan una mayor elevación espiritual.
El heterogéneo grado de evolución de
la familia humana, hace aparecer como poco razonable el pretender igualar o
uniformar a todos los individuos dentro de una única concepción filosófica.
Por el contrario, el despertar de las conciencias que se
está operando en el mundo aconseja desarrollar una amplitud de criterios
que permita consolidar las coincidencias en lugar de profundizar las
disidencias.
Entender y respetar nuestro propio
grado de evolución es el principio fundamental que debemos observar para poder
comprender y respetar el grado de evolución de nuestros semejantes.
La no aplicación de este principio
provoca necesariamente una desarmonía en las relaciones humanas, en tanto
intentemos imponer la idea de que el camino espiritual que nosotros hemos
seguido es el mejor, el más apto y el que debería
ser aceptado por todos.
Esta posición se agrava si además,
consideramos que el guía o maestro del cual asimilamos sus enseñanzas, debe ser
considerado el máximo exponente de
la espiritualidad. Este proceder estaría recreando aquel funesto precepto que
sostenía: “fuera de mí no hay
salvación”.
Crear esa actitud de respeto hacia las
opiniones de nuestros semejantes, requiere de una madurez espiritual poco
común, porque ella implica superar aquellas pautas culturales que surcaron el
conciente colectivo dejando la huella de las antinomias fratricidas.
Si admitimos que cada individuo,
ejerciendo los mismos derechos que exigimos para nosotros, tiene el libre
albedrío de autodeterminarse en el camino de su propia espiritualidad,
estaremos en condiciones de aprender de todos dejando de lado cualquier tipo de
actitud contestataria.
Las reflexiones expresadas son materia
opinable y cada uno tendrá una posición tomada al respecto; sólo cabe
proponer, como más saludable, un método de intercambio de opiniones que
posibilite conocer las experiencias de vida que cada uno atesoró de acuerdo al
camino espiritual que haya elegido.
Si pudiéramos escuchar sin el ánimo de
cuestionar;
Si lográramos exponer sin pretender imponer;
Si quisiéramos estudiar con el
espíritu de investigar… es posible que el ambiente de paz y armonía que
crearíamos entre los seres humanos, con esa actitud libre de prejuicios, nos
permitiera corregir errores, afirmar virtudes y materializar una convivencia
pacífica que fuese el caldo de cultivo de realizaciones
comunes.-
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