Se entiende por suicida a toda acción
o conducta que daña o destruye a la misma persona que realiza esa acción u
observa esa conducta autodestructiva.
La humanidad está atentando contra su
vida porque sus integrantes no han desarrollado el grado de conciencia que los
lleve a vivir en armonía con las leyes de la naturaleza.
La naturaleza es sabia porque sabio es
el Creador Universal que la concibió y el hombre actúa sabiamente cuando hace
una vida sana, física y espiritualmente.
En el cuerpo del hombre conviven
sustancias provenientes de los tres reinos de la naturaleza. Esta realidad
física nos indica que el cuerpo humano
es hijo de la naturaleza terrestre que lo sostiene, alimenta y provee de todos
los elementos necesarios para su subsistencia.
La naturaleza actúa como placenta y su
misión es asegurar los cambios nutritivos entre ella y su hijo: el cuerpo del
hombre.
Todo atentado que realiza el ser humano contra su madre naturaleza implica la destrucción de la
placenta que lo alimenta. Este acto
suicida genera un alto costo de vidas humanas que se pierden al extinguirse los
recursos minerales, vegetales y animales que constituyen el sustento de la
humanidad.
Al decir de Darío Lostado, filósofo y psicólogo contemporáneo, “el hombre
debiera aprender que él no es el autor de la naturaleza, que el Universo todo
va desarrollando el plan del Ser Infinito y que debiera sentirse más solidario
y en armonía con todo el Universo en lugar de apropiárselo necia y
egoístamente”.
Gran parte de la humanidad transita
sobre este mundo como depredadora de especies vegetales y animales (algunas en
vías de extinción). Se hace una explotación indiscriminada de las riquezas del
subsuelo; se contaminan las aguas de los ríos y mares con sustancias que destruyen
distintas formas de vida y la polución de la atmósfera producida por residuos
de procesos industriales son la causa de enfermedades y alteraciones
climáticas.
Esta actitud de desequilibrio psíquico
y espiritual del ser humano, constituye un suicidio para las presentes
generaciones y un atentado contra las futuras generaciones de nuestros hijos
que recibirán una herencia ecológica que no les permitirá desarrollarse
sanamente.
Las manifestaciones de la “madre tierra” son medios que ésta
utiliza para hacer reflexionar a sus hijos por los ataques a los que se ve
sometida.
El filósofo español Joaquín Trincado decía que la humanidad
llegará a “saber por convicción que los mundos son creados sólo para crear al
hombre, y que él sintetiza en sí mismo todo el valor material y espiritual de
un mundo siendo el objetivo de su creación el de fraternizar toda la familia
humana”.
Este objetivo trascendente para el
hombre no puede alcanzarse si la humanidad sigue actuando contra sí misma y
contra este mundo que la sostiene.
El escritor Rodolfo Benavides avala estos conceptos cuando cita al físico
Arquímedes quien al respecto sostenía que “jamás se llegará a la paz en la tierra
mientras no haya paz en las almas, y no podrá haber paz en las almas si en
ellas anidan el odio, la ambición y la egolatría. Una redistribución del mundo
en que cada hombre pueda desenvolverse mejor, traería más rápidamente la paz
que el afán de convertir en cárcel a las naciones. Entonces, si los hombres por
sí solos no son capaces de organizarse y distribuir equitativamente la riqueza
que les ha dado la naturaleza, tendrá que intervenir la propia naturaleza para
hacer la justicia que el hombre no ha podido o no ha sabido realizar, movido
por ambiciones nocivas y criminales.”
De todos modos, como la ley divina es
inflexible en su mandato e inexorable en su cumplimiento, la familia de este
mundo llegará necesariamente a la fraternidad humana por el convencimiento que
engendra el amor o por el
escarmiento que produce el dolor.-
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