lunes, 12 de marzo de 2018

El suicidio de la humanidad





Se entiende por suicida a toda acción o conducta que daña o destruye a la misma persona que realiza esa acción u observa esa conducta autodestructiva.

La humanidad está atentando contra su vida porque sus integrantes no han desarrollado el grado de conciencia que los lleve a vivir en armonía con las leyes de la naturaleza.

La naturaleza es sabia porque sabio es el Creador Universal que la concibió y el hombre actúa sabiamente cuando hace una vida sana, física y espiritualmente.

En el cuerpo del hombre conviven sustancias provenientes de los tres reinos de la naturaleza. Esta realidad física nos indica que el cuerpo humano es hijo de la naturaleza terrestre que lo sostiene, alimenta y provee de todos los elementos necesarios para su subsistencia.

La naturaleza actúa como placenta y su misión es asegurar los cambios nutritivos entre ella y su hijo: el cuerpo del hombre.

Todo atentado que realiza el ser humano contra su madre naturaleza implica la destrucción de la placenta que lo alimenta. Este acto suicida genera un alto costo de vidas humanas que se pierden al extinguirse los recursos minerales, vegetales y animales que constituyen el sustento de la humanidad.

Al decir de Darío Lostado, filósofo y psicólogo contemporáneo, “el hombre debiera aprender que él no es el autor de la naturaleza, que el Universo todo va desarrollando el plan del Ser Infinito y que debiera sentirse más solidario y en armonía con todo el Universo en lugar de apropiárselo necia y egoístamente”.

Gran parte de la humanidad transita sobre este mundo como depredadora de especies vegetales y animales (algunas en vías de extinción). Se hace una explotación indiscriminada de las riquezas del subsuelo; se contaminan las aguas de los ríos y mares con sustancias que destruyen distintas formas de vida y la polución de la atmósfera producida por residuos de procesos industriales son la causa de enfermedades y alteraciones climáticas.

Esta actitud de desequilibrio psíquico y espiritual del ser humano, constituye un suicidio para las presentes generaciones y un atentado contra las futuras generaciones de nuestros hijos que recibirán una herencia ecológica que no les permitirá desarrollarse sanamente.

Las manifestaciones de la “madre tierra” son medios que ésta utiliza para hacer reflexionar a sus hijos por los ataques a los que se ve sometida.

El filósofo español Joaquín Trincado decía que la humanidad llegará a “saber por convicción que los mundos son creados sólo para crear al hombre, y que él sintetiza en sí mismo todo el valor material y espiritual de un mundo siendo el objetivo de su creación el de fraternizar toda la familia humana”.

Este objetivo trascendente para el hombre no puede alcanzarse si la humanidad sigue actuando contra sí misma y contra este mundo que la sostiene.

El escritor Rodolfo Benavides avala estos conceptos cuando cita al físico Arquímedes quien al respecto sostenía que “jamás se llegará a la paz en la tierra mientras no haya paz en las almas, y no podrá haber paz en las almas si en ellas anidan el odio, la ambición y la egolatría. Una redistribución del mundo en que cada hombre pueda desenvolverse mejor, traería más rápidamente la paz que el afán de convertir en cárcel a las naciones. Entonces, si los hombres por sí solos no son capaces de organizarse y distribuir equitativamente la riqueza que les ha dado la naturaleza, tendrá que intervenir la propia naturaleza para hacer la justicia que el hombre no ha podido o no ha sabido realizar, movido por ambiciones nocivas y criminales.”

De todos modos, como la ley divina es inflexible en su mandato e inexorable en su cumplimiento, la familia de este mundo llegará necesariamente a la fraternidad humana por el convencimiento que engendra el amor o por el escarmiento que produce el dolor.-





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